Viernes, 19 Agosto 2016 18:44

Nuestro Jordan (y otros cracks)

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El Maxibásquet opina: Germán D'Alessandro, jugador de Estudiantil Porteño +35, uno de los primeros equipos que empezó a publicar 5 Inicial, sintetiza en primera persona lo que la mayoría de la familia del básquet siente en estos momentos ante la partida de los símbolos de casi dos décadas de gloria naranja. 

 

Hay dos cosas que trato de evitar: los fanatismos y las adicciones. Sin embargo, desde los 9 años que lo practico, soy fanático del basquet y adicto a la adrenalina que me produce jugarlo y competir. 

Allá por los 90 me convertí en fanático de un tal Michael Jordan. Pasé madrugadas gritándole a la tele por cada partido que ganaba sobre la chicharra o por las piruetas eternas que realizaba en el aire (por suerte acompañado por mi hermano en la locura). Trataba de ver todos los partidos que podía, porque hasta ese momento, solo tenía registro del mundial 90 jugado en nuestra tierra, y partidos de Liga que iba a ver esporádicamente.

Sin embargo, me faltaba algo.  Todo el brillo del deporte que me encandilaba lo vía a 12 km de distancia. Hasta que un año, específicamente el 2002, un grupo de muchachos liderados por uno que parecía distinto al resto, comenzó a ganar en seguidilla a cuanto rival se le ponía enfrente, desplegando un básquet de conjunto pocas veces visto, y nada menos que en un mundial.

Fue tal el despliegue y rendimiento de aquel equipo, que por primera vez en 10 años, desde el verdadero y único Dream Team que existió con Larry, Magic y el propio MJ entre sus filas, lograron vencer a un equipo estadounidense formado por jugadores NBA. Yo creo que recién ahí dijimo: “Epa, estos pibes son buenos en serio”. Y claro que lo eran, y claro que no se conformaron. Siguieron a paso firme hasta llegar a la final contra la poderosa Yugoslavia de Vlade Divac y Cía.

Se perdió en suplementario, y ya no importa si cayeron por fallos arbitrales, o porque no cerraron el juego como debían (faltando menos de 3 minutos ganaban por 8), o porque faltó justamente el que era distinto, el as de espada, que igual intentó en una pierna pero no pudo. Lo que importó realmente es que ese año comenzó una era que marcaría el básquet argentino para toda la historia.

Ese partido lo vi en Ciudad Universitaria rodeado de gente del basquet, porque se jugaba un torneo interfacultades de la UBA y yo era uno de los árbitros (¿Qué hacía dirigiendo en lugar de estar en casa viendo la final tranquilo y tomando mate?!!!). Y como no llegaba de vuelta a tiempo me quedé en el restaurante a verlo con los mismos que hacía minutos había arbitrado y seguramente me habían puteado. Puteamos juntos al griego que arbitraba cuando no pitó la falta a Sconochini, y si bien ese día reinó la tristeza, todos nos fuimos sabiendo que ese subcampeonato era mucho más de lo esperado y que ese año comenzaba un idilio que hasta el día de hoy se mantuvo intacto...

Luego en el 2004 vino el oro en Atenas y por fin...lo que me faltaba....tener un Jordan pero nuestro. Y así me pasé años gritándole a la tele para que ganen los Spurs y Manu cargue sus dedos con esos anillos tan pesados que deben ser. Al fin uno nuestro que triunfaba allá, que le pintaba la cara a los NBA (negros bastante altos), que cuando daba una vuelta lo hacía con nuestra bandera al hombro. Y como si eso fuera poco...cada vez que se ponía la de Argentina se potenciaba con otros tan bestias como él para llevarse el oro, un bronce, o un puesto de los de bien arriba entreverados entre todas las potencias. Bestias como por ejemplo el Chapu Nocioni, que en el 2006 contra la poderosa España falló un triple crucial en semis (partido que no me amargó las vacaciones en Natal solo porque era mi último día en tierras brasileras) pero que como si hiciera falta compensar, nos regaló el triple agónico hace solo unos días para mandar a suplementario el épico partido en el que derrotamos a los propios hermanos brasileños.

Fueron 14 años en donde entre otras cosas me dí el lujo de verlos campeonar en el preolimpico de Mar del Plata 2011 acompañado de 5 amigos (aunque siempre teníamos que ser 3, porque la casa que nos prestaron fue con la condición de que solo vayamos 3, y aunque intentamos disimularlo entrando y saliendo en tandas, una vecina nos delató) o presenciar el último partido de Manu en Buenos Aires con la celeste y blanca, dorada ese día.

No creo volver a ver otro equipo como éste, aunque fueron varios distintos pero el espíritu fue siempre el mismo, por eso hablo de uno solo. Ni otro jugador como Ginóbili, porque si en el futbol que sacamos talentos de adentro de una pava, decimos: “Diego hay uno solo” imagínense en el basquet que ni siquiera nos crecen los enanos.

Por lo que hoy siento principalmente dos cosas: primero alegría infinita de haberlos visto, disfrutado, sufrido y vivido. Y segundo, un vacío enorme que imagino que sólo el tiempo se encargará de desaparecer.

Gracias muchachos por demostrar lo hermoso que puede ser este deporte. Y por dejarle el legado a los nuevos cracks que vienen apareciendo.  

Ya se extrañaban los que fueron pasando y se habían ido, imagínense lo que se los va a extrañar a ustedes que son los últimos y los mejores!! Imaginate Manu lo que va a ser perder a Maradona y Messi en un solo jugador!!   

Hasta siempre y gracias.....Totales!!!

Un fiel y eterno admirador, Germán.

PD: aunque lo intenté, me fue imposible no convertirme en fanático de estos tipos y adicto a lo que hacían dentro y fuera de la cancha!!

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